Sinopsis: Juan Pablo, un funcionario de rango medio de la presidencia de Colombia quiere a toda costa levantarse a Natalia una actriz y presentadora de televisión que está lejos de sus posibilidades, pues una diva como ella no se fijaría en un tipo en silla de ruedas como él, a menos que él le dé algo. Algo como el acceso al cubrimiento de la noticia del momento: la firma del acuerdo de paz entre el Estado Colombiano y la guerrilla de las FARC. El problema es que Juan Pablo ni siquiera está invitado al gran evento, por lo que decide desviarla y descrestarla simultáneamente llevándola al África, más exactamente a Ruanda, a conocer más sobre el proceso de reconciliación entre Hutus y Tutsis, los grupos étnicos que protagonizaron uno de los peores genocidios de la historia reciente. La idea fachada de Juan Pablo es aprender acerca de este proceso y enseñárselo a Colombia justo a tiempo para la firma del Acuerdo. Con esto no solo espera salir en la foto oficial de la paz, sino “lagartearse” una selfie con Timochenko, el máximo líder de la guerrilla. Claro, Juan Pablo cree que al verlo tan humano, tan activista y tan exitoso en su bondad, Natalia no tendrá más remedio que caer rendida a las ruedas de su silla.
Nuestro proceso de producción
Podríamos escribir cientos de páginas acerca de lo que fue esta película degenerada, porque a pesar de parecer un falso documental, la verdad es que mezcla tantos géneros que parece que no tuviera ninguno.
Mi cuento como productora del largometrajes es este: en Junio de 2017, Juan Pablo Salazar y Alvaro Perea me citan para darme instrucciones de lo que sería nuestra próxima película, a partir de un evento que justo en ese momento se habían ideado. Evento que llamaron “El partido de la Historia”, que a la postre obtuvo el Premio Mundial de Paz y Deporte en Montecarlo.
La preocupación del momento en Colombia era la firma de los acuerdos de paz y la gente estaba a favor o en contra. Nosotros estábamos a favor y pensábamos en la mejor forma de ayudar a convencer de la utilidad del Proceso a las personas que aun dudaban.
¿Cómo no iba a ser importante parar de matarnos, hacer acuerdos razonables, pensar entre todos un país que necesitaba urgentemente avanzar unido? Lo demás, tal vez creíamos vendría fácil por añadidura… Todos tan de buen corazón… en fin.
El caso es que Juan Pablo en su trabajo por el deporte paralímpico, había conocido en 2012, en los Juegos Paralímpicos de Londres a la selección de voleibol sentado de Ruanda, que había sido un ejemplo de reconciliación porque estaba conformada por antiguos enemigos del conflicto en su país. En buena parte gracias a ese equipo, Ruanda, un país que había estado matándose durante años, había podido dejar su pasado de odio y de sangre atrás, ¿Cómo podríamos nosotros (los colombianos) lograr lo mismo? ¡Muy fácil!, siguiendo su ejemplo.
Nosotros lo único que teníamos que hacer era armar nuestra propia selección de voleibol sentado, con ex soldados, ex policías y ex guerrilleros afectados por el conflicto armado y enfrentarlo contra el equipo ruandés, que traeríamos desde ese país.
La idea era demostrar a través del deporte que es distinto ser rival a ser enemigo, mejor aún, darse cuenta de que un enemigo puede convertirse en un aliado si ambos tienen los mismos intereses: ganar un partido, sacar un país adelante. ¿Habríamos podido ser más ingenuos? La verdad, hoy creemos que lo bien intencionados no quita lo naif, aunque el resultado final no haya dejado de suscitarnos reflexiones.
Cabe anotar que esta película estuvo en cartelera de cines dos meses y fue presentada en la Universidad de Columbia en Nueva York.